jueves, 18 de octubre de 2007

Pollo, el rapero

Este cuento me lo he inventado yo, y el protagonista es Kiwi.
Espero que os guste:



Pollo, el rapero


Había una vez un agapornis llamado Kiwi que desde su nacimiento quería ser rapero. Era delgado y con muy buena forma física, ya que hacía ejercicio diariamente. Desde que tuvo edad para vestirse como él verdaderamente quería, siempre llevó una gorra negra y una camiseta muy ancha de color rojo, que tenía en medio una P de color negro. Él siempre quiso que su nombre artístico fuera ''Pollo, el rapero''.
En el colegio siempre estaba ideando canciones para sus futuros discos, pero, a pesar de su distracción él siempre fue un buen estudiante.
Kiwi siguió creciendo, pero ya hacía 2º de bachillerato y no tenía ni idea de que podía estudiar, no había ninguna carrera que enseñara rap y él estaba convencido de cumplir su sueño: llegar a ser un famoso rapero, el mejor del mundo.
Pensó y pensó hasta que llegó a la conclusión de que tenía que hacerse publicidad por todo el mundo para atraer la atención de los productores y del público, así que hizo muchos posters y los colgó por toda su ciudad, pero esto no bastaría y llamó a todos los amigos que tuviera viviendo en otras ciudades, países o incluso en otros continentes y les dijo que hicieran lo mismo que él con la esperanza de que alguien se interesara y lo llamara para trabajar en algún disco.
Nadie podría imaginarse la felicidad que sintió Kiwi al coger el teléfono y descubrir que era uno de los productores con más prestigio de toda Europa, aunque, tendría que viajar a las Islas Británicas, y dejar sus estudios, esto a él no le importaba ya que se iba por algo que verdaderamente deseaba.
Pasaron unas semanas antes de que se fuera, pero por fin era el gran día, faltaba sólo una hora y estaba revisando su maleta, se ausentaría por cuatro meses.
El barco ya estaba allí, esperando a que los pasajeros se montaran, Kiwi ya estaba en él hacía un rato. Oyó unos gritos, después un ruido muy fuerte, y tras este, el barco empezó a moverse. Todo el mundo decía adiós a sus familiares y a sus amigos, y él también lo hacía.
Ya había estado mucho tiempo en aquel barco y quería bajar, todos a los que preguntaba decían que faltaba poco, pero él empezaba a impacientarse. De repente, el barco se movió bruscamente, y todo el mundo cayó al suelo. ¡Pum! otro movimiento, y aún más fuerte que el anterior. Al tercer movimiento dos personas cayeron por la borda y antes de que les diera tiempo a caer al agua, salió un gran tiburón y se los comió. Todo el mundo estaba aterrorizado y todos creían que ese tiburón sería lo último que verían en su vida, algunos hasta se tiraban al agua. Los agapornis no podían volar si estaban angustiados, desesperados, y muertos de miedo, y en aquella situación todos lo estaban.
El tiburón no tardó en destruir el barco, pero Kiwi aún tenía esperanzas. Respiró hondo, intentó tranquilizarse y puso toda su atención en volar, sólo pensaba en volar, pero, Kiwi sabía que era imposible despegar desde el agua. El tiburón iba hacía él, estaba muy cerca, pero él mantenía la calma. Cuando estuvieron casi pegados Kiwi saltó sobre el tiburón, y rápidamente pensó en volar, sólo quería volar. El tiburón se movía con tanta rapidez que Kiwi se cayó, pero justo en el momento que iba a tocar de nuevo el agua, echó a volar.
Desde arriba gritó rápidamente a los agapornis lo que había hecho, y todos repitieron sus pasos, aunque a algunos le costó todos lo consiguieron. Cuando el tiburón se rindió y se fue todos volaron hacía donde el barco debería haberlos llevado.
Llegaron al puerto muy cansados y en cuanto tocaron tierra por primera vez en mucho tiempo tuvieron que llevarlos a alguna sala en la que pudieran sentarse. Después de un rato todos se habían ido, pero Kiwi aún estaba esperando. Por fin llegó una persona preguntando por él, era el productor, era rubio, delgado, y muy alto. Parecía simpático, aunque no tenía porque serlo.
Pasaron cuatro meses y Kiwi volvía a casa, pero esta vez en avión, aunque, no era precisamente un avión público, sino un avión privado que compró con su propio dinero, y además ahora era conocido por más de medio mundo con el nombre de Pollo, el rapero.
Su sueño se había hecho realidad, era famoso. Su éxito era un enigma para todo el mundo, nadie sabía como se hizo tan famoso en cuatro meses, pero eso a él no le importaba, el sólo sabía que era una estrella del rap.





Mª Cristina Pineda Huertas.

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